Mi hijo tiene todo y ¡se aburre!

La pregunta más importante que tenemos que hacernos es: ¿Por qué pienso que mi amor es tan inadecuado que debo compensar comprándole tantas cosas?

¿Te has preguntado por qué los niños de ahora pueden tener una juguetería completa en casa y aburrirse, mientras que los niños de antaño se divertían horas enteras jugando con las cosas más sencillas, como piedras y palos, sin aburrirse jamás? Parece una contradicción, pero muchas veces entre más tiene un niño menos disfruta y más insatisfecho está. Quizá porque se nos pasa la mano: damos al instante y en exceso. Pero, ¿por qué lo hacemos? Por muchas razones, una de ellas muy válida: porque lo amamos y disfrutamos verlo feliz. “¡Gracias papi, gracias!” Nada puede compararse con el momento en que le compramos lo que le gusta y vemos que se le ilumina la cara de alegría. Sin embargo, existen otras razones menos válidas. Por ejemplo:

  • Para evitar conflictos:

¡Cómpraselo mi vida, si no, nos hará un berrinche y ni quién lo aguante!

  • Por miedo a que deje de quererme o por culpa:

No lo he visto en toda la semana, lo menos que puedo hacer es comprarle lo que me pide.

  • Para llenar mis huecos emocionales:

Siempre quise de adolescente tener un automóvil y nunca me la compraron. Aunque mi hija sólo tiene 16 años ya se lo compré. Estas razones no toman en cuenta lo que es mejor para el hijo. Le damos regalos por motivos personales y egoístas. Cuando le doy algo para evitar un conflicto, en realidad busco mi comodidad; cuando le otorgo para que me quiera, es por miedo a perder su amor; y cuando lo hago por culpa, es para acallar mi consciencia. Entonces ¿en dónde entran sus necesidades? En ningún lado. Estoy pensando en mi comodidad, mi miedo, mi tranquilidad y mi placer.

Quizás la pregunta más importante que tenemos que hacernos es: ¿Por qué pienso que mi amor es tan inadecuado que debo compensar comprándole tantas cosas? ¿Cómo llegué a creer esto, si sé que mi amor y mi atención es lo más importante que puedo darle? Recordemos que la atención es una expresión de amor que alimenta su vida emocional. Es por eso que el hijo se siente contento y satisfecho cuando estamos con él y nada puede sustituir esa atención. Y si no me creen, hagan memoria: ¿qué recuerdan de sus padres?, ¿lo que les compraron de niños o el tiempo que pasaron juntos? Les aseguro que guardan en su memoria los momentos significativos que pasaron juntos. Sus hijos, con el tiempo, recordarán lo mismo. La vida es muy corta, y los hijos crecen muy rápido. Denles lo más valioso que poseen: ¡su tiempo! Nunca he escuchado a un padre de familia que diga arrepentido: Lástima que perdí tanto tiempo estando con mis hijos. En cambio, sí he escuchado a muchos lamentarse: Lástima que no hice un espacio para disfrutar más a mis hijos. Si pudiera regresar en el tiempo eso lo cambiaría. Date el tiempo para estar con ellos; para compartir, jugar o no hacer nada, pero ¡juntos!    

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