Regáñame y castígame, pero ¡no me ignores!

Pensamos que lo contrario al amor es el odio, y no es así, es la indiferencia. Por eso el hijo muchas veces prefiere ser reprendido y maltratado a sentirse abandonado.

Una mamá fue al supermercado y vio una bolsa de malvaviscos pequeños que sabía le gustaban mucho a su hijo de 5 años. Los compró y al llegar a casa y entregárselos, le sorprendió que su hijo le preguntara,  Porqué me los compraste mamá, porque hoy me porté bien en la escuela, o porque comí bien o porque…  La mamá lo interrumpió y le dijo, No, hijo, te los compré simplemente porque te quiero mucho.

La madre me confesó que no se había dado cuenta qué condicionado tenía a su hijo al premiarlo por todo lo que hacía, y que le  había conmovido enormemente que guardara la bolsa de malvaviscos como un tesoro y  no se los comiera.

El niño sabe que su sobrevivencia depende de que sus padres lo tomen en cuenta, y por eso llamará su atención ya sea por las buenas o por las malas.  Es decir, tratará de  complacerlos y hacerse el simpático, pero si esto no le funciona, intentará llamar su atención a través de fastidiar, ser caprichoso,  o lastimar.

El mensaje es claro:

Yo necesito tanto que me tomes en cuenta que estoy dispuesto a conformarme con la atención que recibo cuando me gritas, insultas o regañas. Sí, prefiero ser humillado e incluso golpeado a ser ignorado.

Pensamos que lo contrario al amor es el odio, y no es así, es la indiferencia. Por eso le duele tanto al hijo ser ignorado, y  prefiere ser regañado y castigado a no sentirse visto. Puede estar tan hambriento de atención que se conforma con las migajas de nuestra irritación e impaciencia.

Una joven de 14 años al llegar al colegio lastimada, le cuenta a su compañera que había discutido con su padre, y éste la había empujado por la escalera. La amiga le responde, Pues tienes más suerte que yo, a ti por lo menos te golpean, yo, en cambio, no les importo.

Cuando una joven se acostumbra a provocar a los demás para ser notada, su conducta desgraciadamente nunca le da lo que tanto busca: aceptación y cariño. Termina alejando lo que más falta le hace, para acabar recibiendo a cambio: enojo y rechazo. Si observamos a los jóvenes que llamamos problemáticos, indisciplinados e inclusive a los delincuentes, piden a gritos ser comprendidos. Cuando hay una persona que se interesa en ellos, se transforman. Es la falta de conexión y la desesperanza que los lleva a la rebeldía y la violencia.

Tu hijo necesita de tu tiempo y tu atención. Detente y haz un espacio para conectar con él y que sepa que tiene un lugar en tu vida. Entonces concluirá, Si mis padres, me quieren,  soy querible. Así podrá relajarse al sentirse seguro de tener lo más importante en su vida: tu amor.

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