Las comparaciones ¡sabotean las buenas relaciones entre hermanos!

Cuando educamos comparando destruimos las relaciones cordiales que puede haber entre hermanos. Sustituimos el compañerismo por la envidia, los celos y la traición.

Escuché a una madre decirle a la hija, ¡Si sólo fueras como tu hermana! Ella, tan estudiosa y tranquila, nunca me da un problema. En cambio tú, ¡no se a quién te pareces!

Estuve tentada a contestarle, A nadie, no se parece a nadie ¡gracias a Dios!

Comparamos a los hijos porque pensamos que es una buena manera de motivarlos para que mejoren, pero sin darnos cuenta, estamos repitiendo lo que hicieron las generaciones de antaño donde las familias aún eran muy numerosas. Se acostumbraba que los padres se esmeraran en hacer del hijo mayor un estuche de monerías, es decir, un hijo modelo en todos los sentidos. Así se ahorraban mucho trabajo, pues a los hijos que seguían, sólo les decían, Sigue el ejemplo de tu hermano mayor. Fácil, sencillo y práctico. El único problema es que el mayor crecía como un adulto en miniatura que cargaba con la responsabilidad de ser perfecto en beneficio de todos sus hermanos. Y éstos, a su vez, le guardaban resentimiento cada vez que escuchaba el deberías se como tu hermano….

Las comparaciones siempre ubican a las personas por encima o por debajo de los demás. Es decir, Eres mejor que … o Eres peor que…, y le dan el siguiente mensaje al hijo:

Hijo, tú no tienes un valor propio, por eso necesitas compararte con otros. Sólo así sabrás cuánto vales.

El niño que crece entre comparaciones aprende a medirse cuando está con otras personas, como si se pusiera en una báscula para saber cuánto pesa en relación a los demás. Esto le crea una gran inseguridad, Por el momento puedo valer más que él, pero mañana ¿seguiré siendo el mejor?

Esta inseguridad que siente al sentirse comparado también se relaciona con la necesidad que tiene de recibir amor. Si el hijo piensa que necesita ser el mejor para ser querido por sus padres, hará lo indecible por mostrarles que merece su cariño.

“Mamá, sabes quién hizo ese tiradero en la sala, Alberto, y Rebeca prendió el televisor aunque se lo prohibiste y…”, informa Sandra, con una sonrisa burlona, a sus padres que regresan del cine.

Sandra prefiere ser la favorita aunque pierda a sus hermanos. Es tal la necesidad que tiene de asegurarse el amor y la aceptación de sus padres que no le importa pagar el precio de traicionarlos. Todo le parece poco con tal de ser la mejor.

Es así como se afectan las relaciones entre hermanos. Iniciamos una competencia en la cual el ganador le toca la mejor parte, ser el más aplaudido por los padres, aunque el costo a pagar sea pasar por encima de los demás. Cuando educamos comparando destruimos las relaciones cordiales que puede haber entre hermanos. Sustituimos el compañerismo por la envidia, los celos y la traición.

 

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