Educando con el corazón

La cabeza razona y analiza, pero es el corazón el que comprende, valora y ama.

 

Educar con el corazón quiere decir ver más allá de las apariencias,  del comportamiento y de las limitaciones del niño. Significa tocar aquella parte esencial que lo hace diferente y único. Cuando logras acercarte, libre de prejuicios y expectativas, entonces tendrás la oportunidad de que te muestre quién es. Al sentirse aceptado se abrirá y palparás su ternura, frescura e inocencia .

La cabeza razona y analiza, pero es el corazón el que comprende,  perdona y es compasivo. Es el corazón el que aprecia lo que realmente tiene significado y ama.

Educar con el corazón significa educar en el amor. Pero desgraciadamente nuestro amor muchas veces está contaminado con enojo, resentimiento, miedo y culpa. Está teñido de autoimportancia y manipulación. Entonces ese amor, en vez de nutrir, de dar seguridad y un sentido de pertenecer, hace daño. Como el agua que aunque es indispensable para la vida, si está contaminada puede enfermarnos e inclusive matarnos.

¿Cómo podemos ofrecer un amor más puro, que realmente alimente la autoestima de los hijos? Reconociendo y conectando con nuestra vida emocional. Dando un lugar a lo que sentimos y expresando de manera responsable nuestras emociones, es decir, sin lastimar.

Si por el contrario, reprimimos nuestras emociones (las ignoramos, tapamos o negamos), las convertimos  en una bomba de tiempo que explotará, lastimando a los más indefensos: los hijos.  Los insultos, humillaciones, gritos o la violencia son maneras inadecuadas de expresar nuestra frustración y enojo. Con ese ejemplo, enseñamos a los hijos a repetir lo mismo y perpetuamos una cadena de maltrato.

Si quieres que tu amor no quede enterrado bajo el enojo, el miedo o la culpa, piérde el miedo a sentir tus emociones. Quítales  la connotación de buenas o malas y aprende a expresarlas sin lastimar.

Al liberar tus emociones de manera responsable podrás conectar con el entusiasmo y la pasión por vivir y el aprecio y la gratitud por la vida. Empezarás a  cortar las cadenas de dolor y maltrato para permitir que las generaciones siguientes se desarrollen con mayor libertad.

Revisa tus prioridades y dale valor a lo que realmente lo merece. Reconoce la oportunidad que te proporciona la convivencia diaria con tu hijo para abrir el corazón y darle lo mejor de ti mismo.

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