El amor contaminado ¡enferma!

Te has preguntado ¿por qué hay tanto niño lastimado? Pues por que muchos niños reciben amor que está contaminado de frustración, enojo, resentimiento, culpa, miedo.

Los padres queremos a los hijos, pero si esto es cierto, te has preguntado ¿por qué hay tanto niño lastimado? Pues por que muchos niños reciben amor que está contaminado. ¿De qué? De frustración, enojo, resentimiento, culpa, miedo. Imagínese que este amor es para su vida emocional, como el agua es para el cuerpo. Ambos son esenciales.

Pero ¿qué ocurre si tomamos agua contaminada? Pues que en vez de fortalecernos, nos enferma. Lo mismo ocurre con el amor. Para el niño ese amor es esencial para su sobrevivencia, pero si está contaminado, termina dañando su vida emocional.

Cuando compramos un medicamento y leemos la larga lista de efectos secundarios, nos asustamos y dudamos. Pensamos, “Me cura la migraña pero me arruina el hígado.” “Me quita el pie de atleta pero me intoxica.” No sabemos que es peor, el remedio o la enfermedad. Así que si cuando lo elegimos, sabemos que pagaremos un precio.

Quizás hacemos lo mismo con el amor. ¿Acaso pienso que si recibo amor, tengo que pagar un precio? Cuantas veces hemos escuchado decir:

Te pego y te castigo, ¡porque te quiero!

Cuándo te golpeo, ¡me duele más a mí que a ti!

El hijo está tan necesitado de cariño, que está dispuesto a pagar: pégame, insúltame, humíllame, ¡pero quiéreme! Cuántos de nosotros hemos pagado este precio y nos convencimos de que nacemos para sufrir, y que si fuimos lastimados y sobrevivimos, ahora le toca a los hijos pasar por lo mismo. Es así como perpetuamos esta cadena interminable del dolor.

Cuando amamos al niño con miedo, culpa y resentimiento, lo condenamos a sólo conocer un amor distorsionado y destructivo. Entonces al crecer y buscar una relación amorosa, acepta el maltrato y la humillación como parte del paquete. No puede imaginarse ser amado de otra forma pues cree que amar equivale a sufrir.

¿Cómo limpiar nuestro amor de esos contaminantes? ¿Cómo darle a los hijos lo mejor de nosotros, libre de nuestras cargas emocionales?

Tenemos que aprender a manejar y expresar nuestras emociones de una manera adecuada, sin lastimar, y no utilizar a los hijos como un medio para desahogarnos. Tenemos que auto-observarnos, para poder discernir entre nuestros deseos, que bien pueden estar teñidos de resentimiento, egoísmo, miedo o culpa, y lo que mejor conviene a nuestros hijos.

Si nos revisamos constantemente, aprendemos a distinguir entre nuestras necesidades emocionales y las de ellos. Como una cámara que poco a poco enfoca su lente, nos damos cuenta cuando nuestras intenciones no son respetuosas: cuando manipulamos, intimidamos, humillamos o devaluamos. Cuando olvidamos que los hijos no están aquí para complacernos o cumplir nuestros sueños, sino para que los guiemos hacia su madurez con un profundo respeto hacia su individualidad.

Hay libros, cursos y terapias que pueden ayudar. La maravilla de esta época es que esta ayuda es accesible, y ¿porqué cuando nos duele una muela, sí acudimos a un dentista, y cuando tenemos problemas emocionales, nos negamos a recurrir a un psicólogo?

Si es necesario, busquemos ayuda profesional para sanar viejas heridas que nos impiden amar incondicionalmente a las personas más importantes en nuestras vidas. De esa manera, depuraremos nuestro amor, para que las siguientes generaciones caminen por la vida, como dice Anthony de Mello, “más ligeros de equipaje”.

 

 

 

también te puede interesar

¡Sé el primero en enterarte!
Esconder