Vive en el asombro, ¡como el niño pequeño!

Aprendamos a vivir como el niño pequeño: presentes, despiertos, abiertos, confiados, tocando con nuestro interés a todo y a todos con los que entramos en contacto.

“Qué significa asombro?”, preguntó un participante en una conferencia a la que asistí. La pregunta quedó latente en mi para reaparecer cuando conducíamos por un camino nevado en Finlandia. Ante la belleza de ese manto quieto, callado, majestuoso, me asombré. Y ¡recordé nuevamente la pregunta!, lo que me llevó a las siguientes reflexiones.

Asombrarnos es:

  • Dejarnos sorprender ante lo bello y misterioso.
  • Maravillarnos al conectarnos, unificarnos con aquello que contemplamos.
  • Abrir el corazón para recibir el regalo intacto que aquello nos ofrece.

Cuando menos lo esperamos, el asombro se presenta espontáneamente ante lo nuevo, lo diferente, lo hermoso, y se disipa cuando se vuelve cotidiano. Al perder su frescura, tendemos a desconectarnos y requiere de un acto consciente despertar nuevamente nuestro interés.

Pero ¿quién vive en el asombro? ¿Maravillándose una y otra vez ante los detalles que los demás pasamos por alto? ¡El niño! Este pequeño que vive en el presente, unificado con todo lo que lo rodea y que en su candor, percibe cada instancia libre de ideas preconcebidas, sin prejuicios, y se acerca con su inocencia a explorar y experimentar.

De este niño pequeño podemos aprender a vivir presentes, despiertos, abiertos, confiados, tocando con nuestro interés a todo y a todos con los que entramos en contacto. Para apreciar el mundo, con ¡asombro!

 

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