¿Temes perder el amor de tu hijo?

El amor siempre viene acompañado del miedo a la pérdida, eso es indudable.  Pero ¿puedo dejar que ese miedo me detenga cuando sé que tengo que decirle NO a mi hijo?

Los padres de  generaciones pasadas regañaban, castigaban y hasta golpeaban a sus hijos pero en ningún momento temían perder su amor. Tenían claro que su tarea no era complacer ni dar gusto, sino educar. Y aunque su visión de educar era muy limitada y muchas veces faltaban al respeto, el miedo a perder el amor de los hijos no era algo que les preocupara. Los hijos eran los hijos, y su deber era querer a sus padres, fueran como fueran, buenos o malos. Este amor se daba por hecho, sin lugar a cuestionamientos.

Pero hoy en día, muchos padres están viviendo algo muy distinto. Pareciera como si tuvieran un vacío emocional que necesitan llenar con el amor de los hijos. Como si ese amor les diera una razón de ser o de existir. Es un amor contaminado de miedo que los vuelve dependientes y temerosos, los detiene y los hace titubear cuando es necesario contradecir o poner límites a los hijos, y todo ¿por qué tienen miedo a qué?… ¡a perder su amor!

“Te odio, te odio!”, le dice el niño de 5 años a su madre con los puños cerrados. La madre afligida le suplica, “Hijo, por Dios, entiende, no traigo dinero para comprarte ese juguete…” “¡Nunca más te voy a volver a querer!” La madre con cara angustiada trata de calmarlo, “Tranquilízate, hijo, no me patees. Yo sí te quiero y siempre te voy a querer.” Con el ceño fruncido el niño le repite, “Pero yo noooo, te odio!”    

La madre lo arrastra al automóvil, y mientras se dirige a un cajero para sacar dinero, le sigue reiterando su amor.

Este niño está enojado y efectivamente, en este momento detesta a su madre. Pero hay que recordar que esta rabia es pasajera y después, el amor regresará nuevamente a su lugar. En cuanto a la madre, es el miedo a que se cumpla la amenaza de que nunca más volverá a quererla, que la toma de la oreja y la lleva al banco.

El verdadero amor del hijo hacia sus padres surge del respeto que tiene por ellos, respeto que ganan cuando se sostienen en lo que consideran correcto. Si la madre en vez de ir al banco a satisfacer su capricho, se mantiene firme y le pone un límite, aunque el niño no lo aprecie en ese momento, con el tiempo cambiará su actitud. A futuro comprenderá porqué no cedía ante sus rabietas, y la respetará.

El amor siempre viene acompañado del miedo a la pérdida, eso es indudable. Entre más queremos, mayor es el temor a perderlo. Entonces la pregunta que surge es ¿puedo dejar que ese temor dirija mi vida? ¿Puedo dejar que ese miedo me detenga cuando sé que tengo que decir NO a mi hijo? ¿Cuándo tengo que educar en vez de complacer? ¿Cuándo debo sostenerme en vez de flaquear?

Tengo que escoger entre recibir de mi hijo a corto plazo, un amor convenenciero, manipulador y caprichoso, o a largo plazo, un amor basado en el respeto. El respeto que se cultiva en el diario vivir cuando elijo su mayor bien, aunque en el momento signifique estar incómodo y serle antipático. El respeto que me gano siendo íntegro y responsable. El respeto que resulta cuando me atrevo a actuar aunque no tengo todas las respuestas y me arriesgo a equivocarme. El respeto que siente cuando le muestro que es mi prioridad, sin importarme el qué dirán. El respeto que finalmente es consecuencia de mi amor desinteresado, maduro y responsable.

¿Qué tipo de amor eliges cultivar en tu hijo?

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